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Resumen

La Parte Vieja es el barrio más genuino de la ciudad, el lugar en el que, en poquísimos metros se concentra una iglesia gótica y una basílica barroca, una plaza que fue coso taurino (de ahí lo de los balcones numerados), callejuelas estrechas que rebosan ambiente o las “baserritarras” que venden las mejores verduras de la ciudad.

Puerto de San Sebastian
Vista panorámica de la Playa de la Concha en San Sebastián, con la Parte Vieja de fondo.
Plaza de la Constitución en el centro de la Parte Vieja con varias terrazas de bares
Calle de la Parte Vieja con la fachada de la Iglesia de San Vicente de fondo.

Ruta

Comienza la visita en la Oficina de Turismo situada en el Boulevard y continúa por el mercado de La Brecha el cual debe su nombre al lugar por el que las tropas inglesas y portuguesas derribaron la muralla en el asedio de 1813, cuando el ejército francés estaba acuartelado en la ciudad. Su mercado tradicional a pie de calle, acoge algunos de los puestos con productos más reputados de San Sebastián y algunos de los cocineros más afamados lo visitan casi a diario.

A escasos metros de esta calle nos encontraremos con la Plaza de la Constitución. Es el corazón, el epicentro alrededor del cual baila la cuadrícula de calles de la Parte Vieja. Es una plaza porticada, presidida por el antiguo ayuntamiento de la ciudad, cuyos balcones todavía conservan la numeración del antiguo graderío de la plaza de toros que fue.

Próximo a la Plaza de la Constitución se levanta la Iglesia de San Vicente, el edificio más antiguo de la ciudad. Fue construida a principios del siglo XVI según la tardía moda gótica y en su interior, sombrío y recogido, destaca un espectacular retablo con escenas de la Pasión.

Al otro lado de la animada Plaza Zuloaga que se abre al norte del templo se ubica el Museo San Telmo, de Sociedad Vasca y Ciudadanía. Un espacio expositivo dedicado a la historia vasca que está integrado en un antiguo convento de dominicos levantado en el siglo XVI y ampliado en 2011 con un edificio vanguardista.

Si giramos a la derecha enfilamos la calle 31 de Agosto una vía que, más allá de su fama gastronómica, tiene un significado muy especial para los donostiarras: las viviendas situadas en el lado de los números pares fueron las únicas que sobrevivieron al devastador incendio provocado en el asedio de 1813. A mitad de calle se abre un espacio que sirve de frontón, plaza de juegos y escenario de competiciones de deporte rural y conciertos: la Plaza de La Trinidad. ‘La Trini’ es el espacio más querido durante el Jazzaldia, un auditorio al aire libre con una acústica perfecta y por el que han pasado las grandes glorias del blues, soul o jazz del siglo XX como B.B. King, James Brown o Ella Fitzgerald

Al final de esta calle, al resguardo del monte Urgull, se encuentra la Basílica de Santa María del Coro un templo barroco levantado en el siglo XVIII gracias al dinero de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. El edificio sorprende por sus dimensiones y por acoger un interesante museo Diocesano con obras del Greco, Jorge Oteiza o Chillida.

La Parte Vieja no tiene playa pero sí una salida al mar: el Puerto al que se llega desde la Parte Vieja a través de una de las puertas de la antigua muralla. El acceso al muelle se realiza a través de una calle con una elevada pendiente que constituye el único punto complicado en todo el itinerario peatonal para personas con movilidad reducida.

El muelle donostiarra tiene su propia personalidad, con sus restaurantes de comida marinera de toda la vida, un aperitivo propio (las kiskillas y las karrakelas) para picotear mientras se pasea y las casas típicas de las familias de antiguos pescadores.

Al final del puerto se encuentran el Ayuntamiento, antiguo casino, construido en 1887 al estilo de las casas de juego que proliferaban en la Costa Azul francesa y la Riviera italiana. Frente al ayuntamiento, los Jardines de Alderdi Eder espacio verde cuidadosamente planificado a finales del siglo XIX con un carrusel que fascina a los niños y la presencia constante de los Tamarices o Tamarindos (como se conocen popularmente), árbol presente en todas las zonas marítimas de San Sebastián.

A escasas dos manzanas hallamos el primer parque urbano que se construyó en San Sebastián, la Plaza Gipuzkoa, un hermoso jardín con el estilo afrancesado del siglo XIX. La plaza está presidida por el edificio de la Diputación en cuya fachada, en la parte más alta, pueden distinguirse los bustos de algunos de los navegantes vascos más ilustres. Esta parte de la ciudad es una ordenada cuadrícula de casas al estilo del urbanismo moderno europeo pero con un toque donostiarra: la característica piedra amarillenta con la que fueron construidos estos edificios provenían de las canteras de arenisca que funcionaron en los montes Igueldo y Ulia.

En la parte más próxima al río resaltan dos de los emblemas del San Sebastián de la Belle Époque: el Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, un dúo inseparable, iniciativa ambas de una ciudad que aspiraba (y lo consiguió) a atraer a los turistas europeos del período de entreguerras. Los dos edificios han sido testigo del paso de cientos de celebridades por la ciudad, desde Mata Hari hasta Bruce Springsteen pasando por astros como Elizabeth Taylor, Bette Davis, Woody Allen, Richard Gere o Brad Pitt, invitados del Zinemaldia, Festival Internacional de Cine de la ciudad.